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"No culpemos a la montaña"

Pablo González

Para reducir la contaminación en nuestras ciudades, las autoridades estarían intentando controlar las quemas agrícolas y las fuentes industriales, pero más que nada apelando a la buena voluntad para cambiar el uso del automóvil y la leña. El problema de la contaminación no se resuelve con suplicas, sino con voluntad política.

Si estamos en condiciones particularmente complejas de ventilación, entonces deberíamos estar a la altura de esas circunstancias y ser más exigentes con los estándares ambientales, su fiscalización y las multas por infringirlos.

En lugar de eso cumplimos bajando el estándar: un día de buena calidad del aire en Santiago sería una emergencia ambiental que paralizaría ciudades en países más serios. Claro, la mejor forma de no hacerse responsable de una situación es minimizándola. Primer paso: seamos más sinceros y exigentes con las normas.

Segundo, prohibir es más fácil que fiscalizar. La leña, de acuerdo a un estudio reciente, produce el 70% de la contaminación de MP2,5 en invierno. Esto es suficiente para justificar su prohibición. No es que los pobres usen leña por ser más barata: el 70% de esa contaminación proviene de una pequeña fracción de casas ABC1. El carbón, por su parte, puede ser reemplazado por gas o electricidad. Las empresas contaminantes, en tanto, deben emplazarse o trasladarse lejos de la capital, en lugares con mejores condiciones de ventilación. Esto dará más oportunidades a la descentralización. Las obras y faenas contaminantes se deben paralizar cada vez que haya alerta ambiental. Las que aumenten la congestión deberían prohibirse a menos que generen soluciones al problema que causarán. El subsidio relativo al diesel,más contaminante que la bencina, debe ser eliminado.

Tercero, se debe privilegiar el transporte público y no contaminante. El Transantiago es deficiente en este ámbito. La bicicleta está hoy casi prohibida por la falta de ciclovías seguras, la contaminación ambiental y la imprudencia de los automovilistas. El uso del automóvil debiera paga el el costo que ocasiona según la vía y la distancia recorrida. Aceptamos el cobro para circular por autopistas concesionadas, ¿por qué no para salvar las vidas de cientos de niños y adultos mayores que mueren por no tomar medidas apropiadas? Los autos y buses eléctricos debiesen estar exentos de cobro y tener beneficios tributarios.

Cuarto, debemos ampliar los medios de fiscalización (por ejemplo, el actual tag permitirían detectar vehículos circulando con restricción y elevar las multas para disuadir la infracción por las empresas.