Creo que en Chile hay una “inevitabilidad socialdemocrática”, que a la larga terminará siendo compartida, con más o menos ganas, desde los grandes empresarios hasta la izquierda de la Nueva Mayoría. Solo el Izquierdistán y el Derechistán profundo la continuarán objetando.
Por “socialdemocracia” no me refiero a populismos como los de Venezuela o la Argentina peronista, ni a socialdemocracias de “fiesta y siesta” como las del sur de Europa, sino al capitalismo social democrático bien administrado y serio como el del Norte de Europa, tipo Noruega o Dinamarca.
Ejemplo. Norsk Hydro ASA es una empresa privada noruega de aluminio y energías renovables, una de las mayores del mundo, con operaciones en 50 países. El Estado posee una participación minoritaria en la empresa, que emplea a 12.500 personas. Marine Harvest es la empresa privada de salmonicultura más grande del mundo, incluyendo sus operaciones en Chile. Este país es 3 veces más chico que Chile en superficie y habitantes.
La gente más rica (que la hay) y los empresarios, pagan de buena gana altísimas cargas tributarias, cerca del doble de las chilenas después de la última reforma. Hay libertad de emprendimiento y negocios, a cambio de reglas del juego claras y de recibir toda suerte de derechos garantizados y servicios de alta calidad en educación, salud, pensiones, transporte. Son sociedades basadas en la confianza y donde se hacen las cosas bien.
Por su parte, las relaciones laborales tienen una presencia sindical fuerte y responsable. En Finlandia el 90 por ciento de los contratos laborales son resultantes de acuerdos colectivos, y las organizaciones laborales participan, junto con las empresariales, en todas las instancias donde se define y planifica la estrategia de desarrollo. Las tasas de sindicalización de Noruega, Bélgica, Dinamarca, Suecia y Finlandia van desde 54 a 69%. En cambio, la de Chile es 15% y la de USA es 10%. La diferencia de modelos laborales es notoria.
Sin embargo, la ley noruega permite flexibilidad horaria siempre que se concuerde entre los empleados y los trabajadores. En Dinamarca no hay salario mínimo y las normas laborales son enteramente flexibles, siempre que se concuerden entre sindicato y empresa. Extraños estos social demócratas, ¿verdad? Aquí la CUT se opone a la adaptabilidad, por desconfianza ancestral. Hay que negociar una ley laboral sensata.
Por cierto, algunos derechistanos extremos se regodean diciendo que la socialdemocracia del Norte de Europa fracasó, que vienen de vuelta, que están ganando los partidos de derecha. Me permito una sonrisa. Ya quisiéramos los partidos de derecha de esos rumbos, pues estarían a la izquierda del PC. La carga tributaria de Suecia hoy es 44.8% del PIB, Alemania 40.6%, Finlandia y Noruega 43.6%. Sus empresas compiten de lo más bien en el mundo.
No digo que hay que subir los impuestos de golpe, sino gradualmente, siempre y cuando hagamos previamente una reforma profunda del Estado, que debe ser razonablemente pequeño, transparente y eficiente, pero a la vez capaz de administrar grandes flujos de recursos y servicios privados y públicos en beneficio de todos los ciudadanos.
A medida que aumenta el ingreso de los países, la ciudadanía se va poniendo comprensiblemente más demandante, y exigiendo más equidad y más derechos garantizados. Pero… hay que hacerlo prolijamente, administrando bien los recursos públicos, y con mucho diálogo e información. Si no es así, mejor no hacerlo.
Si se lee con detenimiento el programa de gobierno de Michelle Bachelet, era un inicio de navegación en una dirección que enrumba hacia el norte de Europa en prácticamente todo, incluyendo la reforma educativa, tributaria, laboral. El problema del gobierno y la Nueva Mayoría no es que hayan apuntado en la dirección incorrecta y que no tengan una acertada visión de futuro. Es que lo han hecho mal, apurada y desprolijamente, y lo han comunicado peor.
No han generado una épica, no han transmitido, al menos hasta ahora, una visión seductora del futuro, han generado – con consignas baratas y retroexcavadoras de segunda mano – incertidumbres desde los apoderados de escuelas subvencionadas hasta los empresarios chicos, medianos y grandes.
Supongamos por un momento que, por alguna curiosa mezcla de acontecimientos, la Nueva Mayoría siga hundiéndose en el barro y la derecha logre rearmarse de su profunda debacle, al punto de ganar las próximas presidenciales, idea que en lo personal no me apetece.
Quien quiera que sea ese presidente(a) no tendrá otra salida que no sea navegar hacia el norte de Europa, aun a regañadientes. En caso contrario la gente les incendiará el Palacio de La Moneda, y la desigualdad, fuente primigenia de nuestros problemas actuales, persistirá.
El problema y la discusión no será si hay o no gratuidad en la educación superior, sino a qué ritmo y de qué manera se logrará. Lo mismo ocurrirá en la siguiente reforma tributaria, inevitable en unos siete a diez años más si es que retomamos el crecimiento. Las disputas serán más valóricas, sobre el aborto, o la sexualidad. Pero esas son transversales. Hay conservadores y liberales en lo valórico en ambas coaliciones.
Veamos el más reciente informe 2015 del PNUD sobre Chile: “La politización de la Ciudadanía”. La respuesta en su encuesta ciudadana a la pregunta “Preferencia porque el Estado se haga cargo de los siguientes temas” es: Salud 72%; Educación 74%; Agua y Electricidad 60%; Telefonía y TV 37%; Explotación del cobre 76%; Transporte Público 65%; Sistema de Pensiones 80%. Según encuesta IPSUSS de 2016, 86% de los encuestados estaría a favor de que se instale un laboratorio farmacéutico estatal en Chile. Mire no más.
No digo necesariamente que estas deban ser las políticas públicas más adecuadas, ni mucho menos organizar nuevas empresas estatales, antes de asegurar su profesionalismo sin pitutocracia, pero… si Ud. fuera asesor del segundo piso de un Presidente de derecha, ¿qué le aconsejaría?. ¿Navegar hacia el Tea Party norteamericano o hacia el norte de Europa?… si es que quiere terminar su período presidencial, claro está.
Si Aylwin tuvo que gobernar con una pistola militar en las sienes, el próximo presidente(a) tendrá que hacerlo con la pistola de las demandas ciudadanas en las sienes, cualquiera sea su inclinación ideológica. Tanto fue lo que estiraron el elástico los Chicago Boys y algunos empresarios, y tanto ese elástico fue sobre-estirado por la Concertación y la Alianza, con un modelo de capitalismo salvajemente privatizado, desregulado, inequitativo y abusador, que este se rompió, y la gente se hartó, a pesar de nuestro crecimiento del ingreso promedio per capita.
La inevitabilidad social democrática llegó a Chile, gústele a quien le guste.
Mario Waissbluth
Voces de La Tercera, 26 de abril de 2016