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El descenso al caos, despelote o santo desmadre

Mario Waissbluth

¿Se ha visto usted sumergido(a) alguna vez en un verdadero “despelote”? Puede ser en una institución o en una situación cualquiera. ¿Qué emociones ha sentido? Probablemente frustración, angustia, incertidumbre, desesperación, impotencia. Sentir que no hay nada que usted pueda hacer para contribuir a ordenar el caos.

No he inventado estas palabras, son las que mis alumnos responden cuando les hago esta pregunta, enseñando sobre teoría de sistemas complejos.

Leyendo las múltiples columnas y reportajes sobre lo ocurrido con el padrón electoral, haciendo la autopsia del caso, fue inevitable recordar estos conceptos.
Lo que me produjo ya no fue molestia, o enojo político, sino pena por las personas involucradas.

Aquí hay un conjunto de personas –que en lo individual no son ni tan tontas ni tan incapaces– e instituciones (en este caso el Registro Civil, el Servel, el gabinete político, Justicia, la Nueva Mayoría, la Presidenta) sumergidas en una situación descrita académicamente con un nombre inglés: “A mess”.  En español castizo: “Un despelote” o, en mexicano, “un santo desmadre”.

Las reglas del juego de un despelote cambian, ya son otras, nuevas e impredecibles.
En este escenario ya no se ve salida, y cada uno se refugia en sí mismo, no intenta producir soluciones sino buscar la forma de inmunizarse y salvarse en lo personal, rogando que alguna fuerza superior nos salve… o incluso que quede la crema, pues ya no importa… surge la resignación.

 

En esta combinación creciente de desidia con irresponsabilidad y ausencia de liderazgos… que quede la crema importa menos que salvarse en lo personal.  Nadie lo pasa bien en estas tragedias, cuyo origen esencial es la falta de liderazgo y conducción férrea y visionaria, única manera de ordenar los despelotes. Conducción que hoy no se ve por ningún lado. Lo que le pasó al padrón le puede pasar al país. Ojo piojo.

 

El Servel está claramente sumergido en el despelote, por múltiples razones, incluido el fallecimiento a mitad de camino de su Director Ejecutivo, la renuncia de Cheyre, y numerosas crisis políticas que ha debido enfrentar, con un Consejo Directivo que probablemente sabe de bases de datos y de gestión institucional lo que yo sé de los aliños de la comida tailandesa.

El Registro Civil también lo estuvo, hasta que llegó reciente pero tardíamente un nuevo Director (destituido ayer)  bastante competente, que intentó infructuosamente que se adoptaran medidas, con una jefa, la ministra, políticamente asediada por todos lados, y sin eco en La Moneda ni mucho menos en el Servel.

La Moneda, incluyendo a sus ministros y la Presidenta, estando sumergidos en el caos político por todos lados, no tomó el liderazgo necesario en el momento oportuno. Y pasó lo que pasó.

Esto no significa eximir a nadie de responsabilidades. Los problemas del padrón fueron avisados formalmente por los senadores Zaldívar y Alvear nada menos que en… 2011.

En esta combinación creciente de desidia con irresponsabilidad y ausencia de liderazgos… que quede la crema importa menos que salvarse en lo personal.
Nadie lo pasa bien en estas tragedias, cuyo origen esencial es la falta de liderazgo y conducción férrea y visionaria, única manera de ordenar los despelotes. Conducción que hoy no se ve por ningún lado. Lo que le pasó al padrón le puede pasar al país. Ojo piojo.

Columna Mario Waissbluth
El Mostrador, 25 de octubre de 2016