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"El año en que perdimos la virginidad"

Mario Waissbluth

Nos creíamos los ingleses de América Latina. No pues. Somos los latinoamericanos de América Latina, ni mejores ni peores, al menos en lo que se refiere a ética, colusiones, crispación, corrupción, cohechos, tráfico de influencias, deshonestidad, desconfianza, y desprolijidad…. hacer mal las cosas, desde políticos y grandes empresarios, hasta empleados de todo tipo de instituciones privadas y públicas. Dígame si no es verdad.

El New York Times titularizó en Abril: “Chile se une a otras naciones latinoamericanas remecidas por escándalos” “Siempre se pensó que Chile estaba por encima de estas agitaciones, dada su reputación como una de las naciones menos corruptas de la región. Pero una serie de impactantes escándalos ha sumergido a la clase política en un torbellino, sembrando dudas sobre un país que había sido un favorito para las instituciones financieras internacionales y exponiendo al desprecio a figuras de todo el espectro político.”

Eso que en Abril todavía no habíamos tenido Confort-Gate, ANFP, JUNAEB, “Davalazo II”, y Milico-Gate. Todavía hay una recalcitrante red de hoteles militares llamados “11 de Septiembre” y retratos honrando al torturador Mamo en galerías institucionales.

La propia Presidenta dijo recién “este es el peor año de mis mandatos”, aunque en sus declaraciones no hubo autocrítica. Si bien comparto plenamente las ideas programáticas generales de su gobierno, la montaña de desprolijidades, designaciones vergonzosas, descoordinaciones internas (como la humillación del Ministro del Interior por el viaje presidencial a la Araucanía), permisividad respecto a la pitutocracia, abusos a la Alta Dirección Pública, proyectos de ley insensatos, apresurados y mal redactados, ha superado la imaginación. De la salud pública, mejor ni hablar.

Hubo cosas buenas, eso sí. Una renovada política energética. Se acabó el nefasto binominal. Tenemos Acuerdo de Unión Civil, y autonomía del SERVEL. Hubo un necesario aumento de carga tributaria, pero todavía se está viendo como restaurar los platos rotos de su diseño. Hay una necesaria Ley de Inclusión educativa, aunque está por verse cómo se va a implementar. Hay un buen proyecto de Nueva Educación Pública y otro de Carrera Docente con problemas aun reparables. Se están construyendo miles de jardines infantiles y salas cuna, pero recién se dan cuenta de que hacen falta más miles de educadoras de párvulos bien preparadas para que no sean meras guarderías. La polémica gratuidad en educación superior comenzó antes de ordenar el sistema, dejando todo tipo de heridos en el camino, con los estudiantes técnicos discriminados para privilegiar un desacreditado CRUCH. Como que hubiera un karma de hacer las cosas en la dirección correcta pero apresuradamente, de mala manera y en el orden inadecuado.

Ni siquiera nuestro cacareado crecimiento era tan glorioso. En realidad, gozamos de un superciclo del cobre y otras materias primas por muchos años, pero a partir del 2005 comenzó un suave pero sostenido retroceso de nuestra competitividad y productividad. Nos farreamos las lucas, no las aprovechamos para desarrollar capital humano ni tecnología y hoy, las incertidumbres políticas y el fin del superciclo nos hacen ver con temor el futuro económico y por ende, el empleo.

Por el lado de la oposición, todavía no se ve un atisbo de propuestas constructivas. Las manchas del financiamiento ilegal de la política y los cohechos los tienen paralizados, procesados y con un ojo en tinta. Lo bueno es que la soberbia se les agotó.

Uno de sus más probables candidatos, Sebastián Piñera, logró ser Presidente con su obscuro pasado del Banco de Talca. Ahora parecen resbalarle sus contratos forward; sus empresas facturando a SOQUIMICH; y el pago de bonos a ejecutivos de Chilevisión mediante empresas que hicieron donaciones a su campaña de 2009. Recubierto de teflón, no se mancha ni se ha armado un escándalo a su alrededor, y no ha sido citado a declarar como sí lo fue MEO. Parece que se le tolera su permanente tránsito por los márgenes de lo legal. Camilo Escalona lo dijo: “Si se eligió a un especulador como Presidente es porque la ideología del dinero fácil tiene raíces fuertes en Chile”. A la Alianza y a los votantes parece no importarle su personal “tejado de vidrio”. Vaya señal ciudadana y ética si logra reelegirse.

Por el lado de la Nueva Mayoría y MEO, la cosa se ve peor. Políticos de izquierda, que combatieron la dictadura, han sido mayoritariamente financiados por el heredero político y financiero de Pinochet, el ex yernísimo Ponce Lerou, quien continua como dueño de una empresa privatizada de manera trucha, con sus sucias Cascadas, y ahora enriqueciéndose sideralmente con la venta de sus acciones. SOQUIMICH financió agentes políticos de cualquier color… incluyendo la precampaña de la Presidenta. ¿Cómo va a salir la Nueva Mayoría de este atolladero? ¿Diciendo que eran asesorías orales técnicamente necesarias? Estética y éticamente impresentable.

Pinochet dejó, aparte de una necesaria modernización económica, un legado de tortura, desigualdad, desfalcos, privatizaciones truchas, y para peor, una cultura de individualismo extremo en la sociedad. En las subsidiarias aras de mi libertad y libertinaje, la solidaridad se esfuma, la desigualdad es un problema de “envidiosos”, primero estoy yo y los demás que se jodan, lo cual es la base de nuestra creciente desconfianza y de una cultura nacional de tango Cambalache: “el que no llora no mama y el que no roba es un gil”.

Lo más preocupante del momento: la colusión política del duopolio Alianza-Nueva Mayoría,  más grave a largo plazo que la del confort, que ha hecho lo posible por evitar la reinscripción de sus inexistentes militantes, y bloquear como sea el surgimiento de nuevos partidos políticos. Si lo logran… con un extraño silencio de La Moneda a pesar de los relinchos ciudadanos… todo lo que se está tratando de lograr en materia de renovación política del país se irá al tacho de la basura.

Digamos las cosas como son. La estructura de partidos políticos en Chile ya está  mayoritariamente corrupta. No en el sentido de coimas para el bolsillo sino un sistema mercantilizado de tráfico de influencias entre el gobierno y muchos  parlamentarios, repago de favores a cambio de votos legislativos. “¿Quiere que lo apoye con el artículo 28 de la ley ZZ? Ok, pero si me contrata a estos tres amigos en el Ministerio X, o si aprueba este innecesario camino en mi comuna”. Es un sistema institucionalizado de clientelismo político, raíz de nuestros males. Si en este regateo las leyes que resultan son inadecuadas, de impactos colaterales negativos, o difíciles de implementar… es un detalle.

Muchos parlamentarios y políticos se han ido transformando en una “unidad de negocios” individual que requiere ingresos, egresos, redes de alianzas, tráfico de influencias, boletas ideológicamente falsas, ataques a sus propios correligionarios y aliados, y sobre todo, su “propiedad territorial” sobre feudos públicos en que no se puede designar a nadie sin su permiso.

Este aparato se activa para mantener sus cuotas personales de influencia no sólo en lo legislativo, sino en las labores del gobierno, resguardando su posibilidad de reelección, y la anulación de sus eventuales competidores por escaños parlamentarios, regionales o municipales. A partir del 2005 este fenómeno se aceleró, y reventó  en este año en que perdimos la virginidad, la inocencia y la ilusión.

¿Hay salida? Todavía creo que sí, pero los arreglos de esta quebrazón del vidrio, que no comenzó este año, tomarán a lo menos una década, porque involucran cambios culturales. Los cambios necesarios son muchos, no caben en esta columna, pero hay dos esenciales.

El primero: que la Presidenta invierta su escaso capital político remanente en sanear y transparentar firmemente el sistema de partidos, con las clarísimas recomendaciones de la Comisión Engel que ella misma convocó. No aceptarle ni una a los caciques. Todos la apoyaremos.

La segunda es la reforma constitucional más urgente: terminar con el régimen hiper-presidencial de 4 años con elecciones municipales de por medio. Es y ha sido la fuente de demasiadas insensateces, anuncios “para la galería”, demagogia, promesas incumplidas, leyes defectuosas y apuros innecesarios, tanto de Piñera como Bachelet 1 y 2. Lo más deseable: un régimen semi parlamentario, aunque me conformaría con volver a los períodos de seis años.

Todavía estamos a tiempo para recuperar la confianza en Chile. Ojalá tengamos un próspero, transparente y democrático año nuevo.

Mario Waissbluth
Voces La Tercera, 4 enero de 2016