Para nadie es una sorpresa que otra vez esté en entredicho el Sistema de Alta Dirección Pública (SADP) que el Servicio Civil desarrolla. En el año 2010, el gobierno entrante cambió al 63% de los profesionales que se desempeñaban en el primer nivel jerárquico. Ahora, con la instalación del nuevo gobierno, se designan directamente jefes de servicios provisorios sin informar cuándo se abrirán los concursos que -por ley- se deben realizar para llenar tales vacantes. Esto se suma al explosivo aumento de los trabajadores públicos a honorarios desde 11 mil, el 2004, a 31 mil, el 2013, y que, junto a los funcionarios a contrata, constituyen el 64% de las personas del Estado. Todos ellos sin derecho a indemnización y con una precaria estabilidad laboral. Si las autoridades muestran tan poco apoyo al SADP y al resto de los empleos públicos ¿creemos realmente, como país, en la Alta Dirección Pública? ¿Creemos en una verdadera gestión de personas del Estado?
La idea de generar concursos para nombrar a los directivos de los servicios públicos del Estado busca, entre otros objetivos, limitar las designaciones basadas sólo en la mal entendida confianza política, en desmedro de la idoneidad curricular o del mérito personal. Así surge el Servicio Civil, orientado a reclutar a los mejores para el Estado, que tengan alta vocación pública y que el esfuerzo personal y la meritocracia sean los principales indicadores de sus capacidades y logros. Por ello, que duren en sus cargos dos años y tres meses, en promedio, y que la OECD nos califique como uno de sus países con más alta rotación, es una preocupación para todo quien desee instituciones con una mirada de largo plazo y con el ciudadano como centro de sus políticas.
Similar preocupación reviste el hecho que se trata de un sistema centrado sólo en el primer y segundo nivel jerárquico, que la profundización del SADP no haya avanzado en el Congreso por años y que se vea desconectado del resto de la gestión de personas del Estado. Pues, al final del día, las actividades cotidianas son realizadas en equipos de trabajo integrados, donde interactúan la más alta jerarquía, sus mandos medios y los funcionarios públicos que tienen el contacto más cercano con el ciudadano. Como en cualquier organización, no ver el contexto integral y global de la gestión de personas nos llevará a diagnósticos errados y a soluciones “a medias”. Aquí está el próximo paso que el Servicio Civil debe dar, para que no sólo sea mirado como un gran head hunter público, sino que como un organismo que vela por la gestión de las personas que cada día mueven al Estado de Chile.
Jerko Juretic, Profesor de Estrategia
Carlos Castro, Director de Proyectos
Centro de Sistemas Públicos (CSP)
Ingeniería Industrial, Universidad de Chile