¿Qué determina el crecimiento económico de largo plazo de los países? ¿Por qué unos pueden crecer a 10% y otros deben contentarse con mantener su estándar de vida? Adam Smith, un agudo observador de los procesos que comenzaban a trastocar la economía británica en el siglo XVIII, sugirió dos causas: el mercado, que permitía la coordinación de la actividad económica de millones de unidades interdependientes, el cual, a su vez hacía posible la especialización, que permitía una mayor productividad.
A través de los años, la economía ha ido añadiendo elementos a esa ecuación. La acumulación de “capital”, el progreso tecnológico, las economías de aglomeración, la educación y el capital humano, las reglas del juego que premian la innovación y el aprendizaje, la cultura, la distribución social del poder y, más recientemente, el capital social y la confianza. A través del tiempo, el énfasis se ha ido moviendo de los más duros y tangibles costos de los procesos productivos a los menos visibles -y crecientes, a medida que aumenta la complejidad, interdependencia e incertidumbre, costos de transacción.
El impacto más notable de los costos de transacción es que hay intercambios potencialmente beneficiosos que no se pueden realizar. Si en algún momento del desarrollo bastaba que una empresa se especializara y aprovechara economías de escala latentes para vender un bien o servicio a un precio determinado por un mercado (como parece ser aún la fórmula válida para algunas ciudades chinas), el salto a la premier league requiere resolver las coordinaciones entre empresas, entre gobierno y empresas y entre gobiernos. Aquí no hay precios claros, los contratos completos no son posibles y hay incentivos de corto plazo a no cumplir.
¿Cómo estamos en Chile para dar este salto en los próximos 10 años? Hasta el momento se ha confiado en un esquema de mercado poco regulado y en las capacidades de las personas con acceso a capital para descubrir oportunidades de ganar dinero. Esto incluso traspasando a la esfera mercantil ámbitos de la vida social que no estaban reguladas por relaciones de intercambio. El costo de esto ha sido la primacía de una cierta lógica en las relaciones sociales y, como consecuencia, el debilitamiento del capital social y de las confianzas. Esto tiene el efecto de elevar los costos de transacción y limita los beneficios que pueden obtenerse del funcionamiento del propio mercado.
Cuando los costos de transacción son altos, el acuerdo imposible será reemplazado por la compra hostil o el desarrollo puertas adentro, desaprovechando toda la experiencia acumulada y los proyectos complementarios que surgen de las asociaciones de empresas (que proliferan hoy –fuera de Chile– entre las grandes empresas de alta tecnología) o, peor aún, las transacciones no se producirán nunca. ¿Por qué en Chile las empresas requieren un control tan férreo? ¿Por qué estamos llenos de iniciativas de control externo en el ámbito público que no crean valor?
El crecimiento económico de largo plazo de Chile depende de la reducción de los costos de transacción y las desconfianzas, lo que tiene que ver con estructura y con cultura al mismo tiempo. Requiere hacer posible las coordinaciones “gana-gana” en que cada uno puede confiar en un futuro compartido, donde cada quien cumplirá su parte. Los países que han logrado desarrollarse en todos los planos primero han conseguido este acuerdo básico: puedo confiar en ti.
Pablo González
Pulso, 17 de septiembre