Por donde se mire la COP25 no estuvo a la altura de las expectativas que se habían cifrado en ella. Este fracaso no sería tan elocuente si no fuese por la urgencia que imponen los desafíos del cambio climático: no se trata de resolver un tema más o menos rutinario. No. Se trata de una emergencia climática planetaria.
¿Qué ha fallado? Primero, el discurso científico sobre la emergencia climática no ha funcionado como un detonador suficiente. Los dos últimos años han sido muy fructíferos en informes científicos que refuerzan la idea de una emergencia climática, pero no han bastado para mover la balanza de forma decisiva. Si bien es sabido que el cambio climático está teniendo lugar ya, lo cierto es que la gravedad de lo que está por venir no logra ser más importante que los problemas y dinámicas sociopolíticas y económicas que se enfrentan hoy.
Otra explicación para su fracaso es que la estrategia de política pública se ha basado estrictamente en el relato científico del cambio climático, del que se deriva de manera lineal que la solución consistiría en que cada emisor de gases de efecto invernadero reduzca sus emisiones. Esto se funda en el supuesto de que la sociedad global es un sistema indiferenciado que puede ser comandado por un programa tan simplificado. Pero esto no es así: la sociedad global está compuesta de millones de sistemas sofisticadamente diferenciados y autónomos, difìcilmente “ordenables” para cumplir un mandato centralizado de ese tipo.
También se puede argüir que el discurso científico ha sido insuficiente para modelar el problema de la política de cambio climático. Y por una razón muy simple: describe el cambio climático como un fenómeno natural y no incorpora su lado social. Esto ha impedido mover la lucha contra el cambio climático desde el drama de sus efectos a la épica del cambio social, tan necesaria para movilizar la política pública.
Parece evidente, entonces, que la agenda de política pública de cambio climático global no se va a mover si la estrategia no cambia. Para que ello ocurra debe cambiar el discurso del cambio climático, incorporando su lado social incierto, politizándolo, uniendo interiormente la lucha contra el cambio climático con las aspiraciones sociales más profundas, haciendo creíble el llamado a defender un mundo que es de todos. Porque sí es de todos.
Publicación original en La Tercera: COP25: ¿Está obsoleta la estrategia de la política pública global de cambio climático?