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Caminar y mascar chicle

Mario Waissbluth

Esta columna está co-escrita con Mirentxu Anaya, Presidenta Ejecutiva de la Fundación Educación 2020.

Se debiera poder caminar y mascar chicle al mismo tiempo. Hacer reformas estructurales legislativas, y a la vez, entrar a picar en la calidad del aula y la escuela, sin necesidad de nuevas leyes, cuyas polémicas y duración de tramitación ya hemos constatado.

La reforma educativa escolar ha estado centrada en cambios estructurales, cuyos eventuales impactos sólo podrán evaluarse después de complejas implementaciones, en el largo plazo: la Carrera Docente, la Ley de Inclusión, y la desmunicipalización. Está pendiente la modificación de la estructura de financiamiento de la subvención, un proyecto de ley complejo, que implica cambiar la forma en que se gastan más de US$ 5 mil millones anuales de las subvenciones.

Hay, sin embargo, dos pequeñas reformas normativas que nadie menciona, de rápido despacho e implementación, centradas en una comprensión del aprendizaje enfocado en el desarrollo de habilidades, y en más colaboración entre escuelas.

Pese a los esfuerzos de la Agencia de la Calidad, la presión SIMCE, con su visión estrecha del aprendizaje,  sigue pesando un 70% a la hora de catalogar colegios y eso fuerza la competencia incluso entre colegas de un mismo colegio. Hay que disminuir ese peso en la Ley de Aseguramiento de la Calidad: un simple proyecto de 5 líneas de extensión.

Por otro lado, el sistema de financiamiento competitivo inhibe la colaboración entre escuelas, base de la innovación educativa. Hay que compartir metodologías y no estar inventando la rueda en cada cuadra. Mientras no se altere el sistema global de financiamiento, tal como lo propuso nuestra Hoja de Ruta, es perfectamente factible crear rápidamente un fondo concursable que fomente iniciativas de colaboración inter escuelas. No requiere ley.  Más  colaboración, menos competencia.

Se podría avanzar de inmediato en otros temas críticos: mayor autonomía para las escuelas, y liberación de tiempo para que sus directivos y profesores puedan centrarse en la innovación pedagógica, la calidad de los aprendizajes y el clima escolar.

La primera, que sería aplaudida por aclamación por las más de 10 mil escuelas y liceos públicos y particulares subvencionados, es la despresurización burocrática. La “burocracia de comando y control” del Estado sobre las escuelas es asfixiante.

Los directores deben sobrevivir a las inspecciones y sanciones del propio Mineduc; las reglas de la Superintendencia con sanciones muchas veces absurdas; las visitas de la Agencia de la Calidad con sus recomendaciones de mejora;  las rendiciones de cuenta innecesarias, y a niveles de detalle asfixiante, de la “programitis aguda” de la SEP, el Programa de Integración Escolar, Elijo mi PC, CRE, y cuanta sigla más se pueda imaginar. Agreguemos  Contraloría, Inspección del Trabajo, Ministerio de Salud, y el propio Municipio.

¿Cuál es la necesidad de pasar lista hora por hora y perder valioso tiempo lectivo? ¿Para asegurar que la escuela no vaya a robar 500 pesos de la subvención per cápita de Juanito por faltar a clases de 11 a 12? Invitamos al lector a ojear las 129 páginas del instructivo de la Superintendencia a ver si no le da fatiga.

¿A quién se le ocurrió que la subvención preferencial ?o del Programa de Integración Escolar debe? rendirse minuciosamente en cuanto a los destinos de los recursos? ¿Por qué interesa? saber – y juzgar – si esos recursos se gastaron en una fotocopiadora, en un computador o en contratar un psicopedagogo?

Las escuelas con más niños? vulnerables requieren más? recursos. Obvio. Las aulas con niños con necesidades especiales requieren recursos adicionales. Bien. Que se entreguen. Veamos a través de resultados si se está logrando el objetivo, y verifiquemos por cierto que se gastaron con fines educativos. No se requiere una ley para convocar a un grupo de sostenedores y directores, públicos y privados, escucharlos, y realizar una poda simplificatoria de inspecciones, controles, sanciones, rendiciones y normas absurdas. Cuesta cero pesos, más bien ahorra recursos.

El segundo tema crítico es incrementar la autonomía curricular y de manejo de horas lectivas. 1200 al año. Casi el doble que la OCDE. Aun así, conocemos muchas escuelas en que el 100% de  los niños de 7º Básico tienen niveles de aprendizaje equivalentes a 2º Básico, y  nula comprensión lectora y aritmética. ¿Para qué insistir en pasarles materias de 7º Básico sabiendo que perderán el tiempo en esta ridícula jaula de ardillas? Eso sin contar con la frustración y desánimo que se genera en los estudiantes, que saben perfectamente que no están entendiendo. Educación 2020 ve a diario, en terreno, como muchos profesores están convencidos que si no pasan todos los contenidos curriculares del año los van a echar. No importa que los alumnos no entiendan.

Nada costaría que el Ministerio y las autoridades locales den formalmente permiso a las escuelas para enfocarse en algunos objetivos de aprendizaje con el fin de acortar brechas, manejando con flexibilidad las horas lectivas. No se puede pretender en 7º Básico que el estudiante cree un poema si aún no comprende una frase simple. Una vez que se lo nivele se puede  intentar que escriba el poema.

Por último, lo más importante. Innovación pedagógica radical. No requiere leyes ni cambios curriculares. Habiendo despresurizado la persecución burocrática, de horas lectivas obligatorias y obligaciones curriculares rituales, se puede comenzar a cambiar totalmente el decimonónico método de la clase frontal, por uno que detona la creatividad de profesores y alumnos y crea verdaderas comunidades de aprendizaje.

En Educación 2020 ya lo estamos materializando en escuelas de La Araucanía y la Región Metropolitana. Una vez que un niño aprendió a aprender, y a enseñarle a sus compañeros, no lo para nadie. Los profesores se transforman en verdaderos coach de sus alumnos, que son los que juegan el partido de la cognición. La maravilla es que este método es como una positiva infección viral. Puesto en marcha en una escuela o pequeño grupo de escuelas, se comienza a reproducir aunque no se quiera. Sí, se puede, sin leyes ni cambios curriculares. Basta con que el monstruo burocrático despresurice a las escuelas.

Se puede caminar y mascar chicle al mismo tiempo. En suma: 1) Disminuir el peso del SIMCE en la categorización de escuelas; 2) fondo concursable para la colaboración interescuelas; 3) despresurización burocrática; 4) mayor autonomía curricular y de uso de horas lectivas; 5) innovación pedagógica radical; …. y 6) abandonar el mito obsesivo de que todo se resuelve legislando,… como por ejemplo prohibiendo las tareas para la casa. Las escuelas no toleran una restricción normativa más.

Mario Waissbluth y Mirentxu Anaya
Voces de La Tercera, 7 de junio de 2016