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Columna: “La cooperación es posible: aprender de las lecciones pasadas para enfrentar la pandemia”

En esta columna, nuestra colaboradora y Doctora en Derecho Internacional, Francisca Aguayo, advierte sobre el riesgo de la competencia que se ha dado entre los gobiernos, de cara a la actual pandemia. “La cooperación internacional se ha desvanecido en un juego de casino en que los gobiernos están apostando, literalmente, por la solución que estará disponible primero”, dice.

“No hay duda de que la cooperación intergubernamental ante la pandemia ha sido ineficiente y casi inexistente, oponiéndose radicalmente a la colaboración internacional estrecha que ha surgido desde el mundo científico. Se han activado redes de investigación transnacionales, ampliamente reconocidas por la ciudadanía. Lo demuestran las noticias cotidianas que, como nunca, nos han mantenido informados, paso a paso, de cada etapa de los avances científicos para encontrar una vacuna contra el coronavirus.

Lejos de cooperar para reforzar estas redes científicas, los gobiernos han entrado en una carrera por apoyar a la red que permita a su propio país salir de la crisis actual. La cooperación internacional se ha desvanecido en un juego de casino en que los gobiernos están apostando, literalmente, por la solución que estará disponible primero. Este esquema resulta inevitablemente en ganadores y perdedores, estos últimos siendo aquellos que no pueden financiar el costo de una apuesta sólida: la falta de colaboración acentúa así las desigualdades entre y dentro de los países. Esta competencia ha otorgado, por lo demás, un poder completamente desproporcionado –económico y por tanto político– al sector privado en la gestión de la peor crisis mundial de nuestros tiempos, creando una situación profundamente asimétrica respecto del sector público, marcada por la lógica del libre mercado.

De una situación trágica como la que vivimos actualmente surge la oportunidad, y la necesidad apremiante, de repensar la cooperación internacional, aprendiendo de las lecciones pasadas. Los ejemplos innovadores de colaboración internacional para enfrentar crisis sanitarias, con profundas ramificaciones sociales, existen: es el caso del Fondo Mundial de Lucha contra el VIH/SIDA, la Tuberculosis y la Malaria.

El Fondo Mundial es la ilustración por excelencia de lo que puede lograrse mediante las alianzas entre todos los sectores de la sociedad. Imaginado por la cumbre del G8 del año 2000, creado por la ONU en 2001, y operativo desde 2002, el Fondo Mundial es administrado por el Banco Mundial y se basa en una composición híbrida, con representantes de Estados, de organismos internacionales, del mundo empresarial, de expertos científicos, de ONG e incluso de personas afectadas por las enfermedades. Se trata no sólo de movilizar recursos sino también de elaborar estrategias comunes que involucren a todos los sectores de la sociedad. Así, el Fondo Mundial ha establecido programas en más de 100 países, administrados por expertos locales y que movilizan más de 4 mil millones de dólares al año. Se ha conseguido que, de los 38 millones de personas que viven con VIH en el mundo, casi 19 millones hayan accedido a terapia antirretroviral, lo que equivale a la población de Chile.

Debemos aprender de los ejemplos pasados, que nos demuestran que las alianzas entre el sector público y el sector privado son posibles, y que pueden integrar una participación real de la ciudadanía bajo distintas formas. Es cierto que los tiempos han cambiado y que hoy la cooperación internacional es más difícil que hace algunas décadas. Sin embargo, lejos de resignarse ante la situación actual, es el momento de explorar y aprender de estos ejemplos flexibles e innovadores, que permiten involucrar al conjunto de la sociedad para responder a los desafíos actuales, reforzando no sólo la eficacia sino también la legitimidad, tan desgastada, de las instituciones.

Como dicta un proverbio a menudo citado en la ONU para defender el rol de la cooperación intergubernamental: solo se avanza más rápido, juntos se avanza más lejos. Si algo han demostrado los últimos meses, es que la crisis sanitaria, económica y social no es temporal ni únicamente nacional. No se reduce a algunas semanas o un par de meses de cuarentena decretada de forma disociada en cada país. No puede enfrentarse tampoco con la acción única del sector público, sino que requiere acciones colectivas y coordinadas de todos los actores de la sociedad.

Es necesario avanzar rápido, es cierto, para reaccionar ante la urgencia. Es necesario avanzar juntos, sin embargo, para construir respuestas holísticas e inclusivas, que sobrepasen la reacción y que se basen en acciones que tengan un impacto real y duradero en la sociedad”.

26 de agosto de 2020