Columna de Opinión en Diario La Segunda, 03 de Agosto de 2010
La vulnerabilidad socioeconómica mide el riesgo de caer en la pobreza. El concepto es importante, porque los elementos que la afectan son dinámicos; los mismos hogares pueden estar en distintos momentos sobre y bajo la línea de pobreza.
Los estudios realizados para Chile muestran que un elemento vital para disminuir la vulnerabilidad socioeconómica es incrementar el número de personas que trabajan remuneradamente en el hogar. Es por esto que la inserción laboral femenina no sólo tiene beneficios potenciales para las mujeres, como mayor autonomía y realización personal, sino que significa mayores ingresos para sus familias, lo que reduce el riesgo de caer en la pobreza. No obstante esto, la tasa de participación femenina en Chile es relativamente baja comparada con otros países de similar desarrollo, especialmente en los quintiles de menores ingresos, donde se ubican los hogares más vulnerables.
Las razones de la baja tasa de participación femenina en Chile son diversas e involucran factores de oferta y demanda de trabajo. Por el lado de la oferta de trabajo, además del hecho que las mujeres de menores recursos ganan bajos salarios debido a su menor educación y capacitación, una de las variables más relevantes es la presencia de niños en el hogar y las dificultades para delegar su cuidado. De hecho, entre las mujeres con hijos que pertenecen a los primeros dos quintiles de ingreso, un tercio declara que no trabaja porque no tiene con quien dejar a sus niños.
A partir de esto, es razonable pensar que una forma adecuada de disminuir la vulnerabilidad socioeconómica de los hogares, frente a una crisis como la que vivimos el año pasado, es facilitando el trabajo femenino. Esto es coherente con la visión de que la mejor política social consiste en que las personas cuenten con un empleo que les proporcione un ingreso digno, lo que implica que el Estado, en vez de tener que aliviar la situación aflictiva de quienes están sin trabajo, asumiría como función primordial facilitar el acceso a éste.
En este contexto, las recientes declaraciones de la vicepresidenta de la Junji son erradas. Es un verdadero sinsentido que el Estado considere reducir los horarios de los jardines infantiles a los que asisten los niños de las familias de menores recursos del país, o que restrinja el acceso a aquellas madres que no trabajan, porque ello imposibilita que busquen empleo.
Al mismo tiempo, hay que considerar que la Junji debiera cumplir un rol fundamental en el desarrollo de los niños, también de aquellos cuyas madres no trabajan. Estudios realizados por el premio Nobel de Economía James Heckman muestran que las intervenciones tempranas en los niños tienen un impacto significativo en su desempeño futuro y que lo que no se hace por su desarrollo antes de los 6 años, es muy difícil o muy caro intentar compensarlo más adelante en sus vidas. Más aún, éste es un tipo de política donde no aparece el tradicional conflicto entre equidad y eficiencia.
El Estado tiene poderosas razones para seguir trabajando en aumentar la oferta de cuidado infantil y mejorar su calidad. Estamos hablando de reducir la vulnerabilidad económica de los hogares y de asegurar como sociedad la igualdad de oportunidades desde la cuna a muchos niños chilenos.
Es un verdadero sinsentido que el Estado considere reducir los horarios de los jardines infantiles a los que asisten los niños de las familias de menores recursos del país.