Quien ruega por la educación no se humilla. Por ello, rogamos que en el discurso del 21 de Mayo el Presidente recuerde que un objetivo tan importante como la calidad es la disminución de la segregación social del sistema educativo, y que considere una afrenta nacional tener el peor índice del mundo en esta materia. En nuestro de por sí inequitativo país, los hijos de ricos estudian con hijos de ricos, los de clase media alta con los de clase media alta, y así sucesivamente, desde el jardín a la universidad. Las consecuencias para el tejido social de la nación son tenebrosas.
Solicitamos que se modifiquen las condiciones que han profundizado esta segregación, disminuyendo progresivamente la importancia del financiamiento compartido en las escuelas subvencionadas. Por ello, también es vital eliminar de la reforma tributaria la medida de otorgar deducciones por el gasto privado en educación, que sólo lograrán profundizar la separación de castas entre aquellos a los que les alcanza y no les alcanza para pagar impuesto a la renta. Se lo pedimos, además, porque no existe evidencia estadística de que estos recursos adicionales ayuden a mejorar la calidad de la educación, y también porque los informes de la Ocde nos critican por esta razón.
Rogamos también que el Presidente trabaje para eliminar otras odiosas segregaciones, por ejemplo, fiscalizando rigurosamente todas las escuelas de Chile para que no hagan selecciones académicas al ingreso, y que no se deshagan de sus alumnos con dificultades de aprendizaje, para así embellecer su moneda de cambio, que son los resultados del Simce.
Le solicitamos al Mandatario también que suspenda la expansión del programa de Liceos Bicentenario, basado en la selección de alumnos, o que, a lo menos, introduzca como norma la obligación de los mismos de cooperar con los liceos circundantes, para así evitar muros de Berlín entre jóvenes de distintos estratos sociales y capacidades.
Rogamos, asimismo, que no se provoque segregación al interior de las aulas vulnerables, dando estímulos monetarios a las familias de los niños con mejores notas. Poner en los escolares la responsabilidad de llevar alimento a la mesa de sus casas, aunque sea en pequeños montos, es equivalente a promover el trabajo infantil. Es preferible dar incentivos para que los apoderados tengan conductas adecuadas en materia escolar, y no para que los jóvenes deterioren su espíritu de cooperación dentro del aula.
Le pedimos también que se haga cargo de la demanda de la mayoría del país, tomando acciones concretas para recuperar la educación pública, deteriorada por muchas omisiones y políticas erróneas por los últimos 30 años. Por ello, desearíamos también que modifique el proyecto de Carrera Docente actualmente en trámite, que contiene incomprensibles discriminaciones en la forma de financiar la misma entre el sector particular y el municipal.
Sugerimos que, si de gratuidad se trata, privilegie la preescolar, escolar, de oficios y carreras técnicas, pues es allí donde están los problemas fundacionales del sistema educativo.
Por último, le rogamos que pase por encima de las rencillas políticas cotidianas y concuerde con todos los sectores una política de Estado de largo plazo para la educación, con un nítido itinerario legislativo, financiero y técnico, para que así podamos mirar el futuro con esperanza. Presidente: queremos más cooperación y menos competencia en la educación, es decir, un nuevo contrato moral para el país.
Mario Waissbluth
Blog de La Tercera, 19 de mayo