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Gratuidad en la educación superior

Mario Waissbluth

Sería un error financiar hoy en un 100% el derecho a la educación universitaria gratuita, antes de resolver los agobiantes problemas de salud, la pobreza extrema o los trescientos mil cupos faltantes en educación inicial…

El aumento de carga tributaria de Chile como porcentaje del PIB, a medida que crezca el ingreso per cápita, es inevitable. ¿A qué ritmo y hasta dónde? La derecha procurará que sea al ritmo más lento posible y en el menor monto, mientras que la izquierda querrá el ritmo más rápido y el máximo monto posible. Por razones de equilibrio macroeconómico, los aumentos deberán ser graduales en cualquier caso.

Si Chile tuviera una tasa estable de crecimiento de 4% anual, pasaría de un ingreso per cápita de US$ 18 mil PPP hoy, a US$ 30 mil PPP en 2026. En ese escenario, la carga tributaria podría aumentar gradualmente hasta 28-30% del PIB, el promedio OCDE. Estaríamos así alineados con el mundo desarrollado, tanto en ingreso per cápita como en carga tributaria. Lograr esta tasa de crecimiento estable por 12 años es un desafío. El escenario no se ve favorable si se reduce el precio del cobre, si hay desabastecimiento de energía, o si cometemos desmanes políticos mayores. Pero supongamos que lo logramos.

En lo personal, soy un socialdemócrata. Esto me inclina a cargas tributarias mayores, más equidad socioeconómica y más derechos sociales garantizados. Me refiero a democracias serias, que no entran en déficit fiscal por razones populistas, como las “socialdemocracias de fiesta y siesta” del sur de Europa o algunos congéneres latinoamericanos. Pero, independientemente de mis inclinaciones, la pregunta seguirá siendo la misma: ¿A qué ritmo aumenta la carga tributaria, y qué derechos sociales el Estado va a ir garantizando a medida que esta se incremente?

Estoy convencido de que la educación superior debe -a la larga- ser un derecho social garantizado. Pero… urge mucho más el derecho a la educación preescolar y escolar gratuita. Urge más poder subir las tristes pensiones mínimas, terminar con los campamentos, con las inmorales condiciones de las cárceles y los hogares del Sename. Urge más mejorar la atención de la salud pública que sirve a trece millones de chilenos. Urge más entregarle mil pesos diarios al quintil más pobre, lo cual mejoraría en 25 por ciento sus indignos ingresos. Tan solo esto último costaría cerca de US$ 3 mil millones anuales.

Gratuidad, en sentido estricto, significa estudiar sin contraprestación, con cargo a los impuestos generales. Créditos contingentes al ingreso del egresado, o impuestos específicos a los estudios superiores, no constituyen gratuidad. Son fórmulas complejas de aplicar, tal vez transitoriamente deseables, pero con innumerables mecanismos de morosidad o evasión. Es preferible un aumento gradual en las becas gratuitas, sujetas por cierto a los necesarios requisitos de selectividad y desempeño en estudios.

La reforma preescolar y escolar costará en régimen US$ 5 mil millones anuales. La gratuidad total en educación superior (con los asociados costos de investigación y financiamientos basales) costaría del orden de US$ 4 mil millones al año. La suma de todos los derechos sociales arriba mencionados bordea US$ 17 mil millones, es decir, cerca de 6% del PIB adicional de carga tributaria. ¿Por dónde comenzar? ¿En qué orden seguir? En esta secuencia, estoy convencido de que la gratuidad total en educación superior queda al final y no al inicio de este camino, y por cierto, comenzando por la educación técnico-profesional antes que la universitaria.

Sería un error financiar hoy en un 100% el derecho a la educación universitaria gratuita, antes de resolver los agobiantes problemas de salud, la pobreza extrema o los trescientos mil cupos faltantes en educación inicial.

Mario Waissbluth
Blogs de El Mercurio, 23 de enero