Varios gobiernos han generado prácticas negativas que deterioran el Estado y horadan nuestro capital colectivo. Desde confusos procesos de instalación de logos de gobierno hasta la amenaza o erradicación de sistemas y políticas públicas mediante complejos consensos políticos.
Como si nada, han cambiado el tradicional escudo -símbolo patrio, sinónimo de Estado desde Arica a Magallanes- por rombos o etiquetas de ingeniosos diseños gráficos (uno duró meses). Más allá del despilfarro por cambiar la excesiva papelería y el sinnúmero de “soportes comunicacionales” (sitios webs, autos, chaquetitas, pendones, etc.), el asunto ilustra más profundamente un espíritu inconveniente que crece: el Estado se trivializa.
Mientras menos densidad y peso tiene la tradición pública, más fácil es banalizar las instituciones y los sistemas públicos con propuestas, a veces, tan nuevas como ligeras.
Hay casos dramáticos de políticas y sistemas seriamente dañados. Basta mirar el debilitamiento de la educación pública (57,7% de matrícula en1990 a 37,5% en 2012). El caso de los funcionarios públicos es vergonzoso: aproximadamente un 60% de ellos con contratos precarios, despedibles en cualquier momento, sin justificación ni indemnización. Caso de estudio es el Sistema de Alta Dirección Pública, amenazado desde su origen (2003). El actual Gobierno ha desvinculado aproximadamente al 75% de los cargos de primer nivel jerárquico, usando la mala práctica del directivo “provisional y transitorio”. ¿Alguien tendrá una mínima conciencia del daño casi irreparable en la confianza pública que se ha hecho a una de las reformas del Estado, potencialmente, más provechosas de la última década? ¿Cuán serio será el próximo gobierno?
Para empeorar la situación, nuestros gobiernos duran formalmente cuatro años, tres en la práctica (elecciones mediante).
¿Quién piensa en el largo plazo desde el Estado? ¿Acaso la evidencia internacional no es contundente?, ¿no son los estados robustos, que perfeccionan sus sistemas y que miran en serio más allá del gobierno de turno, los que lideran casi todas las variables de desarrollo? Es cosa de mirar a los nórdicos y al Sudeste Asiático. ¿Podemos confiar en que los candidatos presidenciales entregarán propuestas para fortalecer al Estado, expresión de una comunidad organizada y cohesionada?
¿Cómo? Blindando al sistema de Alta Dirección Pública del despido banal, desarrollando verdaderos gobiernos regionales, haciéndose cargo de la modernización del estatuto administrativo, construyendo sistemas de evaluación eficientes e integrados, invirtiendo más en capital humano y conocimiento … y, ¡por favor!, no cambiando el logo cada 48 meses.
El Gobierno pasa. El Estado y los chilenos no.
José Inostroza, Director Ejecutivo CSP, y Javier Fuenzalida, Director de Investigación CSP
La Segunda, 10 de julio de 2013