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Integrar a los niños es de buena educación

Mario Waissbluth

Según la prueba Pisa, Chile ha alcanzado el primer lugar en América Latina en rendimiento promedio, y el menor porcentaje de jóvenes en el nivel más bajo de desempeño. Aunque aún existen desafíos en cuanto a los niveles de aprendizaje y a la brecha de éstos entre distintos grupos socioeconómicos, existe  otro problema que el modelo escolar agudiza: la segregación socioeconómica y de niños desaventajados.

Al concentrar en una escuela a niños con mayor capital cultural, y en otra a los de menor capital cultural, la mejora se hace casi imposible, aun dando más subvención a los alumnos vulnerables. Por otro lado, efectos sociales como la profundización del clasismo y el elitismo son insidiosos y se están viendo hoy en las calles. En cambio, la integración escolar fomenta la cohesión social. Los niños aprenden a tener empatía con compañeros de distintos orígenes. Además, escuelas integradas generan más equidad en las redes de contacto, lo cual reduciría la influencia de la cuna en el mercado laboral.

La evidencia sobre segregación escolar en Chile, en base a un estudio que uno de nosotros publicará próximamente en el International Journal of Educational Development, se resume así: no sólo Pedro Pobre y Pablo Rico no van a la misma escuela, sino que Juan Clase Media tampoco va a la misma escuela de Pedro Pobre. Los hijos de ricos estudian con ricos, los de clase media con los de clase media y los de pobres con pobres.

Los datos indican que Pedro Pobre estudia en un colegio municipal o en uno particular con fines de lucro, sin financiamiento compartido, y ambos son de similar calidad. Hay pocos  establecimientos subvencionados católicos -sin fines de lucro y con levemente mejores resultados- en barrios pobres, y los que existen suelen no admitir a alumnos como Pedro Pobre. Pablo Rico estudia en un colegio particular pagado -ubicado en una de las pocas comunas que concentran a la mayoría de las familias pudientes- con otros niños de familias similares. Juan Clase Media suele estudiar en un colegio particular subvencionado -con o sin fines de lucro- que cobra financiamiento compartido. Mientras los colegios con fines de lucro discriminan por precio, los colegios sin fines de lucro suelen discriminar por religión y capital cultural, y los municipales atienden a los más pobres, sin selección socioeconómica o por problemas de rendimiento y conducta.

Algunos argumentan que la segregación escolar es mero reflejo de la segregación residencial. Los datos no dicen eso. El modelo escolar actual, que permite a los padres escoger el colegio según su precio, y donde frecuentemente existe selección de facto por parte de las escuelas, agudiza la segregación generada por la desigual distribución de los hogares dentro de la ciudad. Sin duda, el financiamiento compartido debe desaparecer gradualmente con el aumento de la subvención. Una cosa es que los padres deseen hacer aportes voluntarios a su escuela, otra muy diferente es que un niño no pueda ingresar a un colegio porque sus padres no tienen los recursos.  Las posibilidades de seleccionar por parte de las escuelas deben desaparecer a la brevedad posible, al igual que las prácticas de expulsar niños desaventajados o problemáticos por vías más o menos formales.

Si queremos que Pedro Pobre y Juan Clase Media se encuentren en el recreo, es necesario avanzar hacia un sistema escolar sin financiamiento compartido y sin selección. Para que ambos tengan contacto con Pablo Rico se requiere otro tipo de reformas más profundas y cambios culturales que son aún más complejos.

La Tercera, 10 de septiembre de 2011
Columna escrita en coautoría con Gregory Elacqua, Instituto de Políticas Públicas UDP