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El riesgo del “como si” chileno en materia de descentralización

José Inostroza

Hace algunas semanas, el Ejecutivo envió al parlamento un proyecto de reforma legal sobre gobiernos regionales (Gores): elección directa de consejeros, elección del Presidente del Consejo Regional y transferencia de competencias. Esta iniciativa continúa la reforma constitucional aprobada en el gobierno anterior y, sin duda, este progreso merece todo nuestro reconocimiento.

La descentralización bien hecha es ruta insustituible para alcanzar mayor bienestar. Ad portas del desarrollo, debemos afinar las estrategias para asegurarlo. Para ello, se requiere una combinación virtuosa de varios factores. En descentralización necesitamos Gores efectivos; hoy por hoy, sufren serios problemas en su diseño y gestión de estrategias. ¿La causa principal? El intendente es “representante” del Presidente de la República y, obviamente, le sirve a sus intereses; así, en general, las preferencias regionales de largo plazo casi siempre son morigeradas. No hay incentivos. Un dato clave: los intendentes duran sólo entre 1 y 2 años en su cargo, muy poco para generar impacto. Para las labores que en la práctica realizan hoy los Gores (ejecutar presupuestos y fondos regionales, casi siempre modulados desde el nivel central) la actual institucionalidad es suficiente; para el mediano plazo, no. Se necesitan mejores capacidades organizacionales y una mayor permanencia del líder.

También se necesita un modelo institucional consistente con las funciones deseadas. Para liderar la estrategia social y económica regional de mediano plazo, se requiere una organización, con un gobierno corporativo y los recursos adecuados. Además, los subprocesos de definir, aprobar y ejecutar dicha estrategia debieran estar radicados en el Consejo Regional y una dirección ejecutiva con capacidades de gestión. Para garantizar un Estado unitario es conveniente tener intendentes nombrados por el Presidente, con atribuciones en seguridad interior y facultades para controlar el cumplimiento de las políticas y estándares nacionales, incluyendo el poder de veto cuando las iniciativas regionales se salgan de dichos marcos. Francia tiene un modelo interesante en esta línea.

Lo peor que nos puede pasar es diseñar una institucionalidad para los objetivos del pasado (coberturas y control territorial), en vez de focalizarnos en los desafíos del futuro: participación, imaginación, estrategias inteligentes y una gestión de calidad.  Quedar a mitad de camino puede darnos falsas seguridades, como sucede con las actuales estrategias regionales, diseñadas formalmente para cumplir objetivos loables, pero que en los hechos son “como si” tuviéramos estrategias, en vez de tenerlas de verdad.

José Inostroza, Director Ejecutivo del Centro de Sistemas Públicos (CSP), y Javier Fuenzalida, Director de Investigación del CSP
La Segunda, 19 de octubre de 2011