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Definiciones sobre el posnatal: ¿Qué futuro queremos para Chile?

Pablo González

Pablo González, Consejero del CSP

Columna de opinión publicada en La Segunda

¿Es mejor que un bebé esté con sus padres o en una sala de cuna? Una imagen vale más que mil palabras. En la primera ecografía los padres se enteran que no esperan un hijo, sino seis. Esperemos que lo tomen con sabiduría; lo que es seguro es que sabrán que vienen tiempos de mucho esfuerzo y trabajo no remunerado. Si un hijo nos cambia la vida para siempre imaginemos lo que es cuidar a seis de golpe. Bueno, eso es lo que le exigimos a la educadora o la asistente de párvulos en una sala de cuna.
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¿Por qué, entonces, se ha incentivado enviar a los niños a salas de cuna? Claramente no por el mejor desarrollo del niño, -como alguna vez sugirió erróneamente una propaganda que sostenía que era una solución al problema de la baja calidad de los aprendizajes en el sistema escolar-, sino por la importancia que tiene facilitar que los padres puedan trabajar. En muchas sociedades primitivas no existía el problema, por la integración de la vida familiar en los procesos de producción y el apoyo de la comunidad en la crianza. Otra imagen: Indígenas de todo el mundo cargan a sus bebés en sus torsos, mediante dispositivos tipo “canguro”, y, cuando ya estos pueden desplazarse por sí mismos, es la comunidad la que comparte las labores del cuidado.
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En las sociedades “modernas” encerramos a la madre y al lactante en un espacio privado, la comunidad es reducida a parientes cercano y servicio doméstico para quienes pueden acceder y aparece el factor Estado que financia posnatales o salas cuna. Algunas personas incluso se molestan si ven amamantar en público (sic). La sociedad obliga a la mujer -y no al hombre- a dejar de trabajar o a despegarse de su hijo cuando aún es temprano hacerlo. Elija la opción que sea, en algún nivel, nuestra sociedad hace que la mujer -y no el hombre- se sienta culpable: por dejar al niño o por abandonar el trabajo. Y para la que opta por lo primero, se le cierran las puertas para volver a ingresar, más tarde, al mercado laboral. ¿Es esta la sociedad que queremos construir?
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El problema es complejo por la diversidad de situaciones. Para la mujer que quiere hacer una carrera gerencial, enfrenta una cancha dispareja por los prejuicios de los empleadores, por la masculinización de los ambientes laborales, por las presiones sociales que actúan en su entorno más cercano, sobre todo de la pareja y la familia, y a ello se suma la obligación legal de tener que interrumpir su trabajo para cuidar a sus hijos. Esto en algunos casos la llevará a no tener pareja ni hijos, cosa que por supuesto no creerán (ex ante) los empleadores, lo que probablemente igual la discriminarán. Nada de esto ocurre cuando el gerente es un hombre. En el lado opuesto, la mujer con escasas calificaciones trabaja muchas veces sin contrato (menos podrá obtenerlo ahora que tiene fuero), no tendrá acceso a posnatal, y quizás será forzada por la pareja, el medio, y la escasa oferta de cuidado a dejar de percibir un ingreso que la mantenía al borde de la pobreza, ahora con más bocas que alimentar.
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Así el tema del cuidado de los niños pequeños y la inserción laboral de los padres -que en Chile se está cargando sólo en la madre- obliga a un cambio mucho mayor que una bastante obvia necesidad de extender el posnatal al menos seis meses y permitir, eventualmente con fórmulas más flexibles, un vínculo estrecho al menos hasta el año. ¿Cómo logramos que los hombres se dejen sentir cómodos con este desgarrador estado de las cosas? ¿Cómo distribuimos mejor las responsabilidades de la crianza de los hijos entre hombres y mujeres, entre padres y comunidad? ¿Qué pasa con las miles de mujeres que trabajan sin contrato, y por tanto sin derecho a pre y posnatal? ¿Hasta cuándo vamos a mantener una ley de sala de cuna que encarece sólo la contratación de mujeres? Conciliar el desarrollo del niño y el bienestar de la madre sólo puede lograrse si los hombres cambian su participación en las labores de crianza y en las tareas del hogar, los empleadores entienden que la conciliación de trabajo y familia es vital para la innovación y el crecimiento de la productividad y el Estado asume su responsabilidad para nivelar la cancha para que mujeres y hombres sean igualmente libres para realizar la vida que desean.