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Columna: Cambio constitucional imprescindible

Mario Waissbluth

Se discute virulentamente y hay campañas sobre Apruebo o Rechazo; Convención 100% Mixta o Convención Mixta Constitucional; hoja en blanco, etc., y muy poco sobre contenidos. Así el tema se vuelve en un fetiche lleno de consignas. Hay que comenzar a hablar también de lo sustantivo.

El cambio constitucional imprescindible es aquel del relimen del gobierno. El país ya no da más con una monarquía presidencial de cuatro años y sin reelección, y para peor, con elecciones municipales al medio. Las consecuencias son nefastas: a) ningún tema de largo plazo se discute, pues casi todos, en los partidos y en el Congreso, están pensando únicamente en las inminentes competencias electorales; b) muchos parlamentarios, con un rol más bien decorativo, se dedican coherentemente… a decorar la prensa con sus palabras, mientras más decorativas mejor; c) aunque un gobierno tenga un 6% de popularidad, esté en crisis y paralizado, el país está condenando a bancárselo por los siguientes dos o tres años; d) si un Presidente lo hace muy bien igual debe irse a los cuatro años y de todos modos es pato o pata coja el último año.

Extender el periodo a seis años tampoco sirve, ya se puede caer igual en los problemas b), c) y d). Tal vez cuatro años con reelección, con las municipales y de gobernadores simultáneamente, podría ayudar, pero no se resuelve el problema de fondo: no hay en el mundo democracias presidenciales exitosas, salvo excepciones ad hoc como la norteamericana.

Los países más integralmente exitosos del mundo son semipresidenciales o parlamentarios, que es casi lo mismo. Hay un presidente (o rey) como jefe de Estado, y un primer ministro que es el jefe de Estado. Los parlamentarios pueden ser a la vez ministros. Si su coalición lo hace mal, ésta se desarma, el primer ministro se va, y hay llamado a elecciones. Si lo hacen muy bien, pueden durar diez o quince año más.

Hay quienes objetan porque en Chile ya hubo una república parlamentaria desastrosa en los año 1891-1925. Falso, ese fue un engendro, un régimen pseudoparlamentario con Constitución presidencialista, y no se puede usar como contraejemplo para matar una buena idea.

El desafío es otro, no menor; en este tipo de regímenes, como los de Nueva Zelanda y Suecia que tanto nos gustan, los partidos políticos y los parlamentarios tienen mayor peso político en las decisiones. ¿Cómo transitar en Chile de una situación en que estos actores están totalmente desprestigiados a una en que los partidos políticos se transformen en entes serios, que representen a segmentos importantes con sus diferentes ideologías?

Claramente, la solución no pasa por la situación actual, en que cada pequeño aspirante a caudillo forma su propia montonera partidaria. La solución estructural para Chile es un endurecimiento radical de los requisitos para formar y/o mantener partidos políticos -y para ser candidato-, con una transición pactada hacia un régimen semipresidencial en los siguientes cuatro años. Comencemos a discutir los temas constitucionales relevantes. Ahora o nunca.

Columna publicada en La Tercera, el día 28 de febrero.